Esta noche ha sido coronado el nuevo Rey de la NBA. Desde hace unos años, sus más acérrimos seguidores se han empeñado en ponerle la corona antes de tiempo, apodándole King. Sin embargo, no fue hasta anoche cuando los dioses del baloncesto descendieron de los cielos para posar sobre las manos de LeBron James el anillo que, automáticamente, le convierte, por fin, en el Rey de la NBA.
Han sido años difíciles para LeBron. Sabiéndose uno de los mejores, si no el mejor, ha tenido que soportar burlas de un sector de la afición a la NBA que infravaloraba sus capacidades, su liderazgo y sus apariciones en los últimos minutos de los partidos clave.
Las críticas arreciaron tras la disputa de las finales de la temporada pasada, cuando Dallas Mavericks daba una lección de baloncesto a los Heat con un Dirk Nowitzki de escándalo. La comparación, siempre odiosa, dio por derrotado, muerto y sepultado a LeBron James, y encumbró al mejor jugador europeo de todos los tiempos al Olimpo de los Dioses.
No obstante, aquello supuso un cambio en la mentalidad del heredero de la corona. LeBron asumió sus errores y sus defectos, y tras el lockout, apareció un nuevo James, más maduro y equilibrado. El punto justo en el que desveló el crecimiento personal que había ganado fue durante los Playoffs, cuando Chris Bosh sufrió esa dichosa lesión en la zona abdominal y dio, por efectó dominó, más galones y más responsabilidad a LeBron y a Wade. Pero sobre todo a LeBron.
El Rey lo asumió como parte de la misión que se le había encomendado y así salvó la papeleta. Los Heat eliminaron a Indiana y acabaron con Boston en siete partidos. Les esperaba Oklahoma, de nuevo con Bosh en condiciones.
Oklahoma City Thunder llegaba a la final, no sólo como claro candidato, sino también como auténtico favorito. En temporada regular había conseguido el mejor balance, había derrotado a San Antonio Spurs como nadie lo había hecho en todo el año y desplegaba un baloncesto muy bonito sobre el que se alzaba una pieza fundamental, el que muchos ya aclamaban como nuevo Rey: Kevin Durant.
Pero la espada del 35 de los Thunder no fue suficiente para batir a un ejército desbocado que, tras perder la primera batalla, no sólo contraatacó sino que acabó arrollando a los chicos de Scott Brooks. Cuatro victorias consecutivas del Rey LeBron James daban el título a Miami Heat. Cuatro actuaciones dignas de la historia daban la corona al nuevo Rey.
Para la leyenda queda ya el triple del cojo. LeBron James, dolorido tras una torcedura al final del último periodo del cuarto partido de la final, tuvo que salir a pista con una ostensible cojera para anotar un triple delante de Kevin Durant que empataba el partido. El golpe moral fue suficiente para que Oklahoma no pudiera volver a ponerse por delante y Miami se acabó llevando el gato al agua. El 3-1 conseguido aquella noche sería, a la postre, insalvable para los Thunder. El Rey LeBron estaba a un paso de conseguir la corona.
Y la consiguió con un soberbio último partido y con un triple doble a sus espaldas (26 puntos, 11 rebotes y 13 asistencias). Acabó la batalla en la retaguardia, dejando que sus compañeros disfrutasen del fragor del momento. Y acabó la temporada abrazado al que tuvo la osadía de disputarle el trono. Tras nueve temporadas en la NBA, por fin, LeBron James había conseguido un anillo. Su anillo.
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